Hablar de dirección o liderazgo es una tarea difícil, pues para hacerlo hay que enfrentarse a más de un obstáculo. En primer lugar, se trata de un tema acerca del cual se ha escrito una gran cantidad de obras, desde las perspectivas más diversas. En segundo lugar, es un tema acerca del cual existen pocos acuerdos, y podría decirse que cada cinco años aparece en la escena de la gestión empresarial alguna nueva propuesta, sea derivada de investigaciones conducidas por las escuelas de negocios líderes en el mundo o bien del esfuerzo literario de algún autor que ha decidido compartir su experiencia y el entendimiento que de esta ha surgido. En tercer lugar, pero no menos importante, la complejidad que supone estudiar el impacto del liderazgo es muy alta, pues los resultados, por ejemplo, de un negocio dependen de múltiples factores. Resulta muy difícil saber cuánto de los resultados de un proceso puede ser atribuido a la acción del líder o directivo a cargo. Podríamos decir que es tan complejo como estudiar partículas subatómicas.
Luego de haber trabajado por más de una década en el desarrollo de habilidades de ejecutivos para más de cincuenta organizaciones de diferentes sectores, tipos de actividad y nacionalidades, hay algunas premisas que resultan difíciles de negar.
- La primera es que los miembros de toda organización ocupan una buena parte de su tiempo, esfuerzo y recursos en manejar la relación que tienen con sus superiores directos o indirectos. Más allá del cumplimiento de sus funciones, existe una cantidad de trabajo que conlleva mantener dicha relación y que no necesariamente produce valor para la organización.
- La segunda es que existe un conflicto continuo entre los objetivos de la organización y la satisfacción de cada uno de sus miembros y que la dirección de personas en la organización es, a menudo, valorada en la medida que dicho conflicto es bien manejado. Evidentemente, el resultado económico o numérico es un factor crítico para evaluar la capacidad directiva, pero se atribuye el logro de dicho resultado, precisamente, al alineamiento que logra el directivo en los miembros de la organización a su cargo con la meta propuesta.
- La tercera es que existe una muy amplia gama de habilidades que permiten dirigir a otros, y las personas desarrollan algunas de éstas en mayor medida. Así, es muy común referirse a “estilos de dirección” y hablar de las virtudes o defectos que cada estilo supone. El problema de fondo, aunque no se haga explícito con frecuencia, es que la diversidad de contextos, situaciones y personas ante la que un directivo se ve enfrentado es muy alta y para tener éxito estable se necesitaría que este desarrolle un gran número de habilidades a lo largo de muchos años.
Además de estas herramientas serias y validadas para conocer las tendencias conductuales de los directivos, lo que tenemos son obras muy diversas como las de John Maxwell, Seth Godin, Dale Carnegie, Stephen Covey, Michael Porter, Peter Drucker, Anthony Robbins, entre muchas otras. Estas obras tienen en su mayoría planteamientos de gran utilidad, basados en la investigación psicológica; pero los autores agregan mucha información proveniente de la propia experiencia directa y la reflexión. No existe una ciencia del liderazgo como tal, sino propuestas basadas en los insuficientes conocimientos que tiene al respecto la psicología contemporánea.
Todos los años, quienes trabajamos en desarrollar directivos, nos encontramos de vez en cuando con solicitudes mágicas por parte de algunos clientes que desean contratar la ejecución de un programa de entrenamiento capaz de hacer de sus directivos excelente líderes, gestores y tomadores de decisiones. Un gran número de proveedores de programas de entrenamiento y desarrollo ofrecen cambios y transformaciones que llevarán a la organización, en un corto plazo, “al siguiente nivel”. Pero esto es, en el mejor de los casos, una malformación del mercado de educación corporativa que las organizaciones y escuelas más serias estamos luchando por revertir.
Al asumir una postura seria y a la vez útil para el desarrollo de directivos, aceptando el hecho de no tener una aproximación científica clara sobre la cual trabajar, sí resulta evidente que hay quienes logran dirigir personas mejor que otros. Sea porque las personas dirigidas requieren menor esfuerzo para manejar la relación con ellos como jefes o porque dan los resultados necesarios a través del accionar de sus equipos de trabajo, éstos buenos directivos han logrado desplegar un grupo de habilidades que van desde el buen manejo de su mundo interior y la buena toma de decisiones hasta la capacidad para comunicarse con los múltiples niveles de la organización y propulsar innovación para resolver problemas organizacionales de gran magnitud y plazo.
No existe una ciencia acerca de cómo pintar un cuadro, cómo tocar una pieza de violín, cómo danzar ballet o actuar una obra de Shakespeare. Existen técnicas, aproximaciones y un canon que corresponde a cada escuela y cada época. Hay incluso quienes llevan a cabo versiones muy distintas de obras originales e imprimen en la ejecución artística su propia visión del mundo, explotando su propio talento. Si bien el arte es un medio de expresión de los seres humanos, que no requiere tener resultado cuantificable alguno para ser mejor o peor, sí hay diferencia entre artistas que logran un impacto importante en la sociedad y transforman el mundo a través de su propuesta y los que no. Estos artistas –pocos entre los muchos que procuran serlo– son valorados, incluso de forma transcultural, precisamente porque mueven a muchas personas en una dirección propuesta por su obra, desde la particular visión del mundo que inyectan en sus obras. El arte tiene, pues, muchas similitudes con la dirección de personas.
El arte desarrolla sensibilidad, capacidad, actitud, hábito, destreza, y lo hace buscando la libertad expresiva del individuo, que durante el proceso de aprendizaje de su arte no tiene más alternativa que conocerse a sí mismo en gran detalle y profundidad, si es que desea lograr resultados extraordinarios más allá de sus propias limitaciones. Pero, ¿Cómo se aprende el arte? ¿Cómo una persona se convierte en un gran artista?
Desde hace siglos, los seres humanos hemos mantenido vivo el arte a través del vínculo entre el maestro y el discípulo, dentro del cual el discípulo procura imitar la acción del maestro, sin importar primero si ésta acción tiene o no aspectos por mejorar. Muchos grandes artistas, incluso, atraviesan periodos en los que aprenden de diferentes maestros, pudiendo imitar las diferentes capacidades de cada uno de ellos. A medida que el artista madura y se explora a sí mismo gradualmente, encuentra su propia manera de ejecutar o crear. El artista desarrolla su propio “performance”.
Una escuela de directivos tendría primero que promover relaciones estrechas entre maestros y discípulos; luego, brindar conocimientos de historia del liderazgo, filosofía del liderazgo y psicología del liderazgo; y, finalmente, exigir la práctica disciplinada constante de aquellas habilidades propias de un directivo, como son el manejo emocional, la comunicación hablada, escrita y con audiencias, el manejo de relaciones interpersonales, la consolidación y organización de equipos de trabajo, la creatividad para resolver problemas, la toma de decisiones, entre muchas otras.
Acerca de todo esto no tenemos una ciencia sólida aún, pero sí la posibilidad de superarnos cada día, disciplinadamente, con la humildad que supone aprender unos de otros, de reconocer en quienes han logrado una destreza determinada la oportunidad de imitarlos y aprender, de trabajar en perfeccionar nuestro rol directivo asumiendo que nunca dejarán de haber retos más exigentes, contribuyendo desde nuestro limitado pero importante lugar en la organización a crear una sociedad sana, una sociedad en armonía, tanto horizontal como vertical, una sociedad dirigida con virtuosismo.
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